No mama, no trabaja, no llora,
no se suscribe a la revista de turno,
no posee formulas exitosas
un gato gordo y negro solo vive.
Negro y tan lleno de color y vida
repleta la atmósfera como un reyezuelo,
mientras el espejo de mis ojos turbios
lo ve pasar mendigo de caricias.
Disfruta de un concierto a la hora del polo
viaja en helicóptero como gato esotérico,
me rasguña las entrañas a las seis en punto.
Por cierto no para dañar… él es economista.
Rossana Hasson Arellano